martes, 21 de enero de 2014

El mensaje

Devuélveme mis ojos largamente descarriados,
pues es ya mucho el tiempo que han estado sobre ti;
mas ya que tales males allí han aprendido,
     tales conductas forzadas
     y apasionamiento falso,
         que por ti
         nada bueno
pueden ver, quédatelos para siempre.

Devuélveme mi corazón inofensivo,
que pensamiento indigno no podría mancillarlo,
pero si el tuyo le enseñara
     a burlarse
     del amor;
          a quebrantar
          palabra y juramento,
quédatelo, porque mío no será.

Pero devuélveme mi corazón, mis ojos,
que pueda ver y conocer tu falsedad;
que pueda reírme y gozar
     cuando te angusties,
     cuando languidezcas
          por aquel
          que no querrá,
o, como tú ahora, falso sea. 


John Donne

viernes, 17 de enero de 2014

Otro día

Por fin, la noche es mi cómplice,
el día se desnudó, se acaba de desvestir,
y en un frio baño de estrellas se lava,
lava los ahogados gritos de hastío,
lava lágrimas de los rostros de piedra,
lava las inútiles manos que el destino ata
y una vez lavados, se seca,
se seca cada rincón de tristeza,
seca la mirada con nostalgias,
destapa la crema que no ayuda
a disimular las cicatrices
solo las hace evidentes,
ahora las heridas podrídas
pueden estar tranquilas,
han superado otro día.

A.T.

viernes, 10 de enero de 2014

Dios Encontrado

Dios está aquí, sobre esta mesa mía
tan revuelta de sueños y papeles;
en esta vieja, azul fotografía
de Grindelwald cuajada de claveles.

Dios está aquí. O allí: sobre la alfombra,
en el hueco sencillo de la almohada;
y lo grande es que apenas si me asombra
mirarlo compartir mi madrugada.

Doy a la luz y Dios se enciende; toco
la silla y todo a Dios; mi diccionario
se abre de golpe en "Dios"; si callo un poco
oigo jugar a Dios en el armario.

Abro la puerta y entra Dios -¡si estaba
ya dentro...!-; cierro, y sale, mas se queda;
voy a lavar mi cara y Dios se lava
también y el agua vuélvese de seda.

Dios está aquí: lo palpo en mi bolsillo,
lo siento en mi reloj y, aunque me empeño,
ni me sorprendo ni me maravillo
de verlo tan enorme y tan pequeño.

Me lo dobla el cristal, me lo devuelve
hecho yo mismo -Dios, perdón- su frío
y no acierto a explicarme por qué envuelve
su cuerpo en este pobre traje mío.

Hoy he encontrado a Dios en esta estancia
alta y antigua en donde vivo. Hacía
por salvar, escribiendo, la distancia
y se me desbordó en lo que escribía.

Y aquí sigue: tan cerca que me quemo,
que me mojo las manos con su espuma;
tan cerca, que termino, porque temo
estarle haciendo daño con la pluma.

Autor: Carlos Murciano.

martes, 7 de enero de 2014

Si pudiera hacerte licor























Si pudiera hacerte licor
y embriagarme de ti
cuando necesito un abrazo
y morir por el beso amargo
de mi vicio o del fracaso...
No dudes, yo lo haría.


A.T.

domingo, 5 de enero de 2014

Uno se cansa de estar solo

Uno se cansa de estar solo delirando
con su ventana en medio de la calle,
entre la nieve que arrastra
su blancor por los callejones olvidados.
Uno se cansa de salir a buscar la misma
mujer con el cabello largo hasta los pies.

Tal vez en eso consista el arte de la soledad:
escribir repetidas veces la isla con su cielo lila
y la esbeltez del faro que derrama su luz sobre
nuestro cabello alborotado.
Tal vez sea sólo eso: una brújula sin memoria
para el tiempo que vendrá.

Autor: Miguel Angel Zapata.

jueves, 2 de enero de 2014

Muchas Gracias!











Muchas gracias a todos por seguir
visitando el blog, ustedes son quienes
me incentivan a seguir escribiendo
y compartiendo lo que me gusta.
Espero no dejen de visitar el blog este
y todos los años venideros.

Desde las palabras que no alcanzan,
desde la gratitud que brota del corazón:
MUCHAS GRACIAS!

A.T.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Dedicatoria
















Más allá de donde
aún se esconde la vida, queda
un reino, queda cultivar
como un rey su agonía,
hacer florecer como un reino
la sucia flor de la agonía:
yo que todo lo prostituí, aún puedo
prostituir mi muerte y hacer
de mi cadáver el último poema.

Leopoldo María Panero

lunes, 16 de diciembre de 2013

Puerto de olvido

Abandona la sonrisa falsa
de un rostro ciego de amor,
yo guardaré en el interior
aquel antiguo calor
del sol que se apagó
en tu corazón esquivo.

Abandona la mar inquieta
que agita el dolor
cuando llega el atardecer y
se enmudece la noche
por una luna difusa.

No dejes que la bruma
me lleve otra vez a tu destino
que no quiero llegar solo
o perderme en el camino
que deriva a mi desgracia.

Llévate tus besos salados
y no me des tus brazos
que no se anclaron
en mi cuerpo a pesar
de esos abrazos francos.

Tus ojos eran el horizonte
donde cada tarde me perdía
y tu boca el caudal de mi pasión,
todo cambió por un verano
que paso desapercibido
delante de mi ilusión.

Ya no puedo decir que te quiero
y el odio es muy vano para mí,
abandoname en esta orilla
que guardará todos los recuerdos
y así estarás libre y yo de ti.

Y llévate todo lo que creas
que es tuyo a pesar que no sea así,
pero déjame el resto del olvido
en este puerto donde me despido de ti.

A.T.

viernes, 13 de diciembre de 2013

La otra ventana

Uno se cansa de estar solo delirando con su ventana en medio de la calle,
entre la nieve que arrastra su blancor por los callejones olvidados.
Uno se cansa de salir a buscar la misma mujer con el cabello largo hasta los pies.
Tal vez en eso consista el arte de la soledad:
escribir repetidas veces la isla con su cielo lila,
y la esbeltez del faro que derrama su luz sobre nuestro cabello alborotado.
Tal vez sea sólo eso: una brújula sin memoria para el tiempo que vendrá.
Y uno se cansa de estar solo delirando en una isla, abriendo la ventana de los árboles,
rebuscando entre las hojas una palabra, una rosa en el jardín sin mar.

Autor: Miguel Ángel Zapata.
Vía: poema-de-amor.com.ar

viernes, 6 de diciembre de 2013

Apunte Interior

Hoy mi vida no tiene peso alguno:
es un viento, menos que un viento, menos
que una raya de luz.
Ahora ninguno
puede serme oneroso.
No hay terrenos
resquemores debajo de mi alma.

Mi sangre es una roja armonía viva.
Estoy en armonía con la brasa y la calma,
con la voz amorosa y la voz vengativa.

Parece que mis manos no existieran, parece
que mi cuerpo nadara en un agua inocente.
Como un viento desnudo de mi corazón se mece
y hace sonar campanadas dulcemente.

Autor: Jorge Debravo.
Vìa: poema-de-amor.com.ar

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Te pienso

Yo te pienso pero no te llamo
porque podría serte inoportuno.

Yo te pienso pero no te llamo
aunque me mata la duda
y quisiera preguntar que haces.

Yo te pienso pero no te llamo
porque me aterra este aparato
y no necesito solo oír tu voz
sino ver tu cuerpo.

Yo te pienso pero no te llamo
pues a veces te escribo
a pesar de que mis letras
son ajenas ante tus ojos.

Yo te pienso pero no te llamo
pues vacilo y me arrepiento.
en ese inevitable momento.

Yo te pienso pero no te llamo
ni por la mañana cuando sueñas,
ni por la tarde cuando no piensas,
ni por la noche cuando anhelas.

Yo te pienso pero no te llamo
y en mí tengo un llanto reprimido
y un te quiero en espera.

Yo te pienso pero no te llamo
porque estando de este lado
pretendo hablarte y me harto.

Yo te pienso pero no te llamo
porque imagino que también
en esa hora que te pienso
...me estás pensando.

--
A.T.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Oración por el hijo que nunca va a nacer

Éramos tan pobres, oh hijo mío,
tan pobres
que hasta las ratas nos tenían compasión.
Cada mañana tu padre iba a la ciudad
para ver si algún poderoso lo empleaba
-aunque tan sólo fuera para limpiar los establos
a cambio de un poco de arroz-.
Pero los poderosos
pasaban de largo sin oír quejas
ni ruegos.
Y tu padre volvía en la noche,
pálido, y tan delgado bajo sus ropas raídas
que yo me ponía a llorar
y le pedía a Jizo,
dios de las mujeres encintas
y de la fecundidad,
que no te trajera al mundo, hijo mío,
que te librara del hambre
y la humillación.
Y el buen dios me complacía.

Así fueron pasando años sin alma.
Mis pechos se secaron,
y al cabo
tu padre murió
y yo envejecí.
Ahora sólo espero el fin,
como espera el ocaso a la noche
que habrá de echarle en los ojos
su negro manto.
Pero al menos
gracias al buen Jizo
tú escapaste del látigo de los señores
y de esta cruel existencia de perros.
Nada ni nadie te hará sufrir.
Las penas del mundo no te alcanzarán
jamás,
como no alcanza la artera flecha
al lejano halcón.

--
Autor: Luis Rogelio Nogueras.