sábado, 6 de julio de 2013

El Loco y la Venus (VII)

¡Que admirable dia! El vasto parque desmaya ante la mirada abrasadora del Sol,
como la juventud bajo el dominio del amor.
El éxtasis universal de las cosas no se expresa por ruido ninguno; las mismas aguas
están como dormidas. Harto diferente de las fiestas humanas, ésta es una orgía silenciosa.
Diríase que una luz siempre en aumento da a las cosas un centello cada vez mayor; que
las flores excitadas arden en deseos de rivalizar con el azul del cielo por la energía de sus
colores, y que el calor, haciendo visibles los perfumes, los levanta hacia el astro como
humaredas.

Pero entre el goce universal he visto un ser afligido. A los pies de una Venus colosal,
uno de esos locos artificiales, uno de esos bufones voluntarios que se encargan de hacer
reír a los reyes cuando el remordimiento o el hastío los obsesiona, emperejilado con un
traje brillante y ridículo, con tocado de cuernos y cascabeles, acurrucado junto al
pedestal, levanta los ojos arrasados en lágrimas hacia la inmortal diosa.

Y dicen sus ojos: "Soy el último, el mas solitario de los seres humanos, privado de
amor y de amistad; soy inferior en mucho al animal mas imperfecto. Hecho estoy, sin
embargo, yo también, para comprender y sentir la inmortal belleza. ¡Ay! ¡Diosa! ¡Tened
piedad de mi tristeza y de mi delirio!"
Pero la Venus implacable mira a lo lejos no sé qué con su ojos de mármol.

De: Pequeños Poemas en Prosa.
Escrito por: Charles Baudelaire.
Traducción: Enrique Diez-Canedo.

A.T.

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